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Perú

Por Cristina Morales, Part Time Peace Pedaler

Ver fotos de la primera parte de Cuzco a Lima aqui
Ver fotos de la segunda parte, de Lima a Ecuador: aqui

Después de casi dos semanas en Iquique sintiéndonos como en casa.., finalmente, y viendo que no había noticias de LAN.., decidimos empezar a movernos hacia el norte. Nos despedimos de Roberto y Christian, que fueron como hermanos durante nuestro tiempo allí, y , con algo de tristeza propia de cualquier despedida, salimos dispuestos a  empezar nuestra aventura en Perú.

Fueron casi 24 horas de viaje, cambiando hasta tres veces de autobús para llegar a la ciudad de Cuzco. Llegamos justo cuando empezaba a amanecer. Nos despertamos simultáneamente con ella. Llegamos a plaza de armas, en el centro, en el mismo momento en que los bares y restaurantes  abrían sus puertas. Nos tomamos un merecido desayuno desde el primer piso de un local con vistas a la plaza y a la catedral. Delicioso!

Fuimos en busca de Hermógenes, nuestro contacto de couch surfing. Él trabaja dando información turística dentro de un hotel donde finalmente, decidimos hospedarnos por un precio razonable.
Tras descansar un poco salimos a explorar  la ciudad.

Realmente la ciudad es preciosa. Se percibe un aire español en casi todos sus rincones, calles, casas y balcones…, y a la vez se aprecia la, todavía, por suerte!, influencia de las construcciones Incas.  La mezcla es pura belleza…., después de tanto tiempo fuera de casa era como sentirme más cerca de los míos aunque ya sabemos que los que anduvieron por allí en aquellos primeros años hicieron más mal que bien!

Es curioso, viniendo de España, que parte de este pueblo siga creyendo y sintiendo que vengo de la “madre patria”. Lo gracioso es que la gente joven, y los no tan jóvenes, están cambiando “la madre patria” por el Real Madrid, el Barça y cualquier otra cosa o persona relacionada con el mundo del futbol, así que ahora, tras anunciar que soy española, ellos me dicen: Ah!!.... Real Madrid, Barcelona, coño!, vale tío!, joder!! (En estos momentos me parece oír a mi abuela diciendo...cómo han cambiado los tiempos!...y sí, han cambiado, aunque algunas cosas siguen estando donde estaban como el machismo que se respira en Latinoamérica y aún en la madre patria) .

Hermógenes aceptó acompañarnos en el tándem hasta Chinchero, pueblo en el que nació y donde reside su madre y parte de su familia.

La primera hora y media del trayecto fue realmente difícil. Subida y más subida y, por si fuera poco, a casi 3400 metros sobre el nivel del mar. Las piernas se sentían pesadas, los pulmones perezosos y el sol mermaba las fuerzas que tímidamente asomaban entre suspiro y suspiro.., por lo menos en mi caso.  Jamie siempre parece estar al 100%.., aunque me consta que a veces se cansa y todo!!.., pero realmente da gusto verle pedaleando sin perder el ritmo y totalmente concentrado. 
Paramos en un pueblito para comer trucha y continuamos nuestro camino hacia Chinchero por un camino de tierra. Es muy satisfactorio, después del esfuerzo, ver que finalmente llegas a tu destino y que eres capaz de eso y de mucho más.
Allí estaba Ricardina, la madre de Hermo,  Pablo, el nuevo compañero de Ricardina,  y las tres hermanas pequeñas de nuestro compañero ciclista esperándonos para cenar.

Es curioso como el que menos tiene más te ofrece. Tres días compartiendo espacio con todos ellos y con los perros, gatos, gallinas, burros, cerdos y “cuís”. Todos en perfecta armonía con la naturaleza. 

A pesar de no haber vivido en el campo y de haber crecido con todas las comodidades, uno se adapta pronto a lo simple. Dormíamos en el cuarto de las niñas junto con Wagner, un chico de Natal que apareció por allá y con el que pasamos un par de días, en un espacio limitado por montones de ropa y trapos y libros y dibujos en las paredes, y lápices y montones de cosas. Nuestro baño era lo que alcanzaban a ver nuestros ojos.., el campo, todo enterito para nosotros, aunque siendo chica las cosas no son tan fáciles.., no puedes ponerte sin más en cualquier lugar así que, si lo preferías,  tenías un agujero en el suelo tapiado por tres paredes de piedra y techo de paja con olores nauseabundos para otros menesteres además de los de orinar!! …., el hedor era terrible,…yo me tenía que tapar nariz y boca con la ropa porque el estómago amenazaba con salirse por la boca. Pero, aún así, sentía que era algo normal…, te instalas rápido a la vida rural aunque,  en mi caso, la nariz tenga un proceso y tiempo de adaptación diferente. Para asearse, agua y una palangana.

Yessica, la pequeña de la familia, nos acompañó en el tándem hasta el pueblo para comprar comida y pudo vivir, algo asombrada, como por ser extranjero todo tiene otro precio. Ella, muy graciosa, nos iba diciendo entre dientes y tapándose la boca con la mano para disimular, que aquel precio que nos daban no era el correcto.., que nos estaban engañando pero.., eso forma parte del viaje también.., es algo que ella aprendió ese día.
Fueron dos días y medio intensos llenos de emociones de todo tipo. Lo más hermoso fue compartir aquellos ratos con Ricardina en la cocina ayudándole a pelar patatas para el desayuno, la comida y la cena, comer aquellos platos de sopa consistentes preparados para quien trabaja duramente en el campo,  compartir charlas y risas con las niñas y las mujeres, cantar canciones en quechua mientras se hacía la cena, espantar a las gallinas continuamente para que no se comieran los granos de maíz que iban a ser  nuestro desayuno, respirar el aire puro de la montaña, llenarse los ojos de paisajes bellísimos y sentir la energía pura de personas puras.

Wagner nos acompañó hasta Urubamba. El camino fue bastante ameno porque además de un paisaje espectacular…, era todo bajada. YUPI!!!

Comimos en el mercado, nos despedimos de nuestro invitado brasileño y continuamos hasta Ollantaytambo, un pueblo muy rústico, viejo, con adoquines y piedras a diestro y siniestro, ruinas en las faldas de sus montañas  y ojos curiosos por los nuevos gringos en bicicleta.
Tomamos un tren hasta Aguas Calientes,  mega resort al que llaman ciudad. Pasamos una breve noche y  tempranísimo, como a las 5 de la mañana, nos levantamos  para hacer cola y  subir a MACHU PICCHU!!!!!

Cuando llegamos ya estaba lleno pero, por suerte, entramos dentro de las 500 únicas personas que subirían ese día a Wayna Picchu. La subida fue bastante pesada y dura. Además de la altura, el camino era bastante inclinado. Al llegar a la cima entiendes qué es la magia. Una sensación extraña te invade. Te sientes grande, poderoso. El mundo está bajo tus pies y olvidas quien eres. Estás solo ante aquel majestuoso paisaje que no deja de penetrar en tus ojos llenándolos de pura energía y belleza.

Ese éxtasis se rompe en el preciso momento en que empiezan a aparecer, de la nada,  diminutos mosquitos, aparentemente inofensivos, dispuestos a pegarse el gran banquete a costa de tus acalorados miembros.  Justo minutos antes comentaba con Jamie lo terrible que parecían esas heridas en las piernas de otros turistas sin saber que las mías y las de él acabarían como las de aquella alemana que se sentó junto a nosotros para almorzar.

La falta de sueño y el ataque de los mosquitos caníbales hizo que se nos quitaran las ganas de pasar allí todo el día. Además…, lo que habíamos ido a ver ya estaba visto y las sensaciones que pudimos recoger estando allí durante aquellas horas era suficiente para llenar nuestra memoria para el resto de nuestra vida.

Las consecuencias del ataque de aquellos invertebrados hizo que al otro día mi pierna izquierda  se hinchara cual pantorrilla de futbolista veterano. El picor era más soportable que el dolor a causa del hinchazón y el edema. No podía ni doblar la pierna. Buen recuerdo de Machu Picchu!...que a día de hoy todavía se aprecia.
Tras eso.., empezaron los vómitos,  así que salí de Ollantaytambo camino a Cuzco con un terrible malestar de estómago que me obligó a parar en varias ocasiones por el camino. Camino que se me hizo eterno.., estaba sin fuerzas y deseando parar. Jamie consiguió subir al tándem a un chaval de 12 añitos que con total convicción decía no tener la menor curiosidad por viajar y conocer otros países. Finalmente decidimos coger en Urubamba un bus hasta Cuzco. Yo no daba más de mí.

Ya en Cuzco, tras dormir y descansar y sentir  un mejorado sistema digestivo…, decidimos pasear con las bicicletas con la esperanza de encontrar a alguien a quien invitar en el tándem. Y ahí estaba él: Cristian. Vestía traje-chaqueta  y corbata y acababa de salir a las 8 de la mañana de trabajar toda la noche en un hotel del centro. Apareció como caído del cielo, de casualidad, como tantas otras cosas y personas que aparecen para llenar nuestro libro de anécdotas. A la pregunta: ¿quieres subirte y dar una vuelta con nosotros?...respondió: SÍ. Fue un sí rápido, sincero y rotundo y tras eso vino una predisposición innata a mostrarnos la ciudad  y contarnos cualquier cantidad de datos. Estaba claro que el chico se dedicaba con pasión al turismo!

Dimos varias vueltas hasta llegar al mercado,…… olores, frutas, colores, sabores, carnes, hedores, gente y más gente, zumos, comida, música, ruido, niños, mujeres, hierbas, ropas, sombreros, instrumentos, collares….fue genial!

De ahí nos llevó a comer chicharrón de cerdo y rocoto relleno…mmmmmm, acompañado de cerveza cuzqueña, música en directo, sonrisas de niñas alborotando el ambiente, perro deambulando alrededor de nuestras piernas, lágrimas de emoción, recuerdos de personas lejanas y  músicas hace tiempo no escuchadas…..

Llegamos a Punta Hermosa, cerca de Lima, donde se encuentran las olas más impresionantes de Perú y donde se disputan algunos torneos de surf.
El autobús nos dejó, con los ojos todavía pegados, en medio de una autovía a las 6 de la mañana. La brisa del mar nos fue despejando. Nos acercamos al mar con la intención de disfrutar el silencio y lo desierto de esas horas. Un chico nos recomendó un lugar para desayunar y en ese momento.., ya se podía apreciar en los ojos de Jamie la alegría de quien sabe que solo es cuestión de horas ponerse a surfear y entregarse como un niño al disfrute de las olas.

Encontramos, de “casualidad”, sin atender al nombre de las calles, a quienes nos hospedaron por tres días: Ramón y Ingrid, los padres de un amigo del instituto de Jamie. Resulta que Ramón.., fue un conocido y famoso futbolista que jugó con Pelé, que trabajó con Maradona en el Barça, que fue entrenador de la selección nacional de Perú….Ramón Mifflin conocido como el “cabezón”.., un tipo estupendo y todo un personaje! Se portaron tanto él como su esposa muy bien con nosotros y tras  unos días, nos remolcaron hasta Lima para encontrarnos con Karina, una buena amiga de Barcelona que se regresó a vivir a Lima después de pasar unos años en Europa, y Susana, su compañera de piso.

Por Lima disfrutamos de la compañía de las chicas y de los paseos por la ciudad. Lima es puro ruido. Hay taxis, y autobuses, y furgonetas que funcionan como “taxis-buses” y muuuuucho tráfico y muuuuucho ruido de claxon. Es terrible, ensordecedor. A pesar de las ganas con las que me quedé de pasar más tiempo con ellas.., el deseo de encontrar algo de tranquilidad me pudo.
Nos tomamos un bus hasta Trujillo. Jamie continuó hacia el norte. Decidimos pasar unos días separados por necesidad de ambos, aunque más de él que mía.

Al llegar a Trujillo me fui a buscar la casa de Luigi.., quien se comprometió a hospedarnos. Lo que yo no sabía era que iba a dormir en un colchón en el suelo de un cuarto donde se guardan instrumentos musicales dentro de un bar de copas donde se hacen conciertos de música cada noche.., gracioso no?....  yo, que buscaba sosiego,  acabé mi primera noche durmiendo con un grupo que versionaba a los Rollin, Red hot chili …, Queen…. 

El baño en el que me aseaba era el lavabo del bar así que el agua fría de la ducha era agua bendita comparada con el fuerte olor a pis que yo intentaba camuflar mientras me  enjabonaba el cuerpo. En ese momento eché de menos la palangana de la casa de campo en Chinchero y el olor a mierda del campo.  Eso sí…., se ahorra una cantidad de agua duchándose con agua fría!!!.., hay que probarlo para solucionar los problemas de sequía.

Paseé por Trujillo, contemplé su arquitectura colonial con bastantes influencias españolas y, tras despertarme de la noche de rock duro.., me largué con mi bicicleta a Huanchaco con la esperanza de tomar algo de sol en la playa. El día fue nublado desde que “salió” el sol hasta que se puso. Menuda suerte la mía.., yo que buscaba playa y tranquilidad.
En esas estaba Jamie.., quien me envió un mail desde Máncora anunciándome playa, sol, olas, y relax. Al día siguiente ya estábamos juntos, paseando por la nocturnidad de un pequeño pueblo turístico dispuestos a impregnarnos de sol y mar por unos días.

Esos días separados fueron como agua de mayo.., una bendición.

Salimos de Máncora tras 4 días de relax, piscina, playa, pescao frito, chicharrón de calamar, cervecita, surf, olas, atardeceres, yoga, y mordisco de gato en planta del pie. El pie era el mío, de nuevo el izquierdo…, como la pierna que se hinchó en Machu Picchu…y, el gato…, un hijoputa traidor que me mordió tras parecer estar abandonado al placer de mis caricias. Todavía me duele!..”miauCH”!

Llegamos a un punto en la carretera entre Acapulco y Zorritos camino a la frontera con Ecuador. Se aproximaba la puesta de sol y necesitábamos encontrar un lugar donde dormir. Jamie tuvo la idea de preguntar a un matrimonio que vivía frente al mar. Entre la casa y el mar solo había una carretera transitada por autobuses y camiones.  Nos dieron de cenar y nos dejaron montar la tienda de campaña dentro del terreno. Con el matrimonio vivían la hija y el nieto de María, la señora de la casa, quien se juntó con el señor Juan tras quedarse ambos viudos. Se portaron super bien.., de nuevo.., el que menos tiene es que que más te ofrece. Como dice Jamie:  Life is good!! Y como dijo el otro…what a wonderful world!

Juan se animó a venir con nosotros hasta zorritos. El camino fue tranquilo y llevar a un señor de 66 años especial.
En Cancas paramos para comer y al atardecer llegamos a Puerto Pizarro con la intención de tener la misma suerte del día anterior: dormir en casa de una familia del lugar pero aquí solo encontramos ojos curiosos y cierta desconfianza mezclada con indiferencia en hospedar a unos gringos desconocidos.

Y ahí estábamos….., un día más tarde, dispuestos a adentrarnos en la frontera más peligrosa y conflictiva de Latinoamérica, según tachan algunas guías de turismo. Confieso que estábamos preparados para cualquier cosa pero…, como se viene demostrando en la historia de peace pedalers…., los ángeles existen y el mundo es todo lo bueno que te lo imagines. Solo tienes que estar convencido de que solo vas a encontrarte con cosas y experiencias maravillosas.   La entrada fue suave, tranquila, sin percances. La gente que nos esperaba al otro lado…, ESTUPENDA.., como siempre.

Seguimos confiando en las personas y seguimos estando abiertos a lo bueno y nada más que lo bueno. AMEN.

Jamie Y Cristina :)

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